Ascensores
Subo el cuello de mi jersey hasta casi rozar los ojos para ocultar el nauseabundo olor a sudor agrio, a podredumbre, a locura de amor y miseria que duerme, saturado de ansiolíticos, en el quinto F.
Él asesina cualquier resto de aire respirable que pueda esconderse en el fosco espacio.
Abro la puerta y corto con mi rostro y con todo mi cuerpo el aire viciado al que podría darle color. Sujeto el cuello de mi jersey hasta inundarme de suave jazmín y con la otra mano, pulso el sexto piso.
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