Mi amado Russell...
No pasaste inadvertido para mis ojos cuando apareciste como clérigo de pasado dudoso e incapaz de resistirte a los encantos de cuero de la rubia de moda que, meses antes, saltó al estrellato tras aquel concupiscente cruce de piernas puro Instinto Básico.
Hace ya diez años de Rápida y Mortal, que pasó por la gran pantalla sin pena ni gloria. Pero ahí te codeaste con la deseada Sharon que te abrió las puertas de Hollywood, a pesar de que llevabas ya una decena de películas a tus espaldas, entre ellas, Proof y The Crossing por las que recibiste sendos premios al Mejor Actor en los Anuales de Australia.
Quiero dejar atrás títulos como Virtuosity, junto a Denzel Washington, para señalar la premiada L.A. Confidential donde coincidiste con otro compatriota, Guy Pearce. Os conocisteis de adolescentes y veinte años atrás en la serie juvenil de moda australiana Neighbours. En la que compartíais aventuras con otra recién llegada Kylie Minogue.
Cuando encarnaste al Dr. Jeffrey Wigand y engordaste unos quince kilos para resultar creíble en ese papel protagonista (te envejeció más de veinte años y estabas horrible, aunque tiene su mérito, sobretodo el “volver atrás”) reconozco que le cogí manía a esa película. De hecho, sigo sin verla, pero tuvo varias nominaciones a los Óscar y fue el primer film de la historia que hablaba abiertamente de los “trapos sucios” de las tabacaleras.
De mal en peor: de rubio platino a peinado un tanto discutible en Gladiator. Ni me pienso extender en los gazapos de la película (no te lo perdono, Ridley, si comparo Blade Runner con ésta) sobretodo, en cuando archivo-histórico se refiere, en el que el ejemplo más claro está en el uso de estribos para los caballos, ya que éstos se inventaron bien avanzada la Edad Media.
Claro que lucías musculitos, pero para mí, ni eso, ni los efectos de ambientación (véanse las escenas del circo romano) se merecen el Óscar a la Mejor Película del Año (2000) ni tampoco al Mejor Actor (2000). Me enfadé contigo y con la Academia.
Pero te perdoné al año siguiente con Una Mente Maravillosa. Qué lujo de interpretación como el Novel Dr. John Nash. Ésta sí se merecía el Óscar, pero claro, ya te lo habían otorgado. Hacerlo de nuevo sería ponerte a la altura de Tom Hanks (dos Óscar en años consecutivos por Philadelphia y Forrest Gump respectivamente). No eres Americano y todavía no habías trabajado lo suficiente en tierras “yankees”.
Quiero destacar, además, el buen reparto de Una Mente Maravillosa: Ed Harrys, Jennifer Connelly, fantásticos también y más guapa que nunca ésta última.
Ya, en Proof of Life, con esa camiseta negra del ejército y desplegando dotes de mercenario estoico a sueldo nos enamoraste a Meg Ryan y a mí. Ella dejó al estupendo –lo reconozco- Dennis Quaid. Algo tendrás, querido Russell, porque eran una de las parejas más estables de Hollywood.
A raíz de ese cuerpo que luciste fue cuando olvidé lo de Gladiator. Y ya me escusarás porque todavía no he visto terminar Master and Commander: The Far Side of the World. Ya te lo he dicho: no me gustas nada de rubio platino y no me valen el par de nominaciones secundarias que tuvo el film.
Un amigo mío dice que “una película en la que a lo largo de dos horas y media no aparece ninguna mujer, no debe de ser buena (incluía risas)”. Me parece una fantochada machista, pero el caso es que me he dormido las dos veces que lo he intentado. Y no lo he podido evitar.
Estoy a la espera de esas dos Trípoli y Cinderella Man (¿cómo traducirán en España ésta última?) mientras te rindo pleitesía...
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