domingo, junio 03, 2007

Sobre parajes maravillosos

Nos estamos perdiendo un continente maravilloso por culpa de las guerras internas, las corrupciones políticas y las enfermedades (por citar tres puntos, que la lista, podría ser más extensa).

Estoy hablando de África. Y no escribo hoy con intención moralista. Con la intención moralista que un católico, por ejemplo, haría de sí mismo un domingo, ahora que estamos en épocas de comuniones (sacramento, por cierto, convertido en una fiesta pagana que ciega y confunde a los niños) los dos minutos siguientes a la reflexión que, en un momento dado, el sacerdote de turno pide a los presentes, a aquellos que prestan atención, claro.

A lo que íba, que aunque conozco básicamente los argumentos que tienen a África sumida en la miseria, en el "Tercer Mundo" que le llaman y que no entiendo, porque tiene recursos naturales tan ricos que podría rivalizar con esos "Primeros Mundos", no puedo evitar estremecerme cuando leo reportajes sobre algunos temas que hacen de ella un continente salvaje. Y digo salvaje porque son salvajes los dictadores y asesinos que la dominan.
Es una atrocidad también que intereses como el petróleo, el oro y los diamantes muevan cantidades astronómicas que se me escapan y no acertaría a escribir.

No vi Hotel Rwanda, aunque la tengo pendiente. Pero son horribles las imágenes que han dado la vuelta al mundo y que sí he visto. Necesarios reportajes gráficos para transportar la verdad que, lamentablemente, nunca es íntegra.

Diamantes de Sangre aborda suavemente toda la corrupción que desencadena el tráfico de estas piedras preciosas, desde la esclavitud a la que se ven sometidos los hombres y niños hacinados en yacimientos y, como es de suponer, en condiciones infrahumanas, hasta el tráfico de armas, sin pasar por alto el reclutamiento de niños para la guerrilla... Todos y cada uno de los pasos que un cristal de carbón ha de ejecutar hasta que llega al Primer Mundo y posa en un escaparate o en un escote, o en alguna mano delicada.

Confieso que siento remordimientos de conciencia pensar en la sortija de diamantes que poseo...

Por otra parte, El Último Rey de Escocia es un claro ejemplo de un país azotado por la corrupción de un dictador asesino.
En esta película (Forrest Whitaker se llevó el Óscar al Mejor Actor) el monstruo es Idi Amín, autoproclamado Jefe de Estado de Uganda, pero no fue el único, la lista continúa con antagonistas tales como Mobutu que, entre otras proezas que tuvo a bien de hacer en su país, el Congo, apoyó el genicidio de Ruanda, instigado por Felicien Kabuga. Mengistu Haile Mariam, otro tanto por Etiopía, y podría continuar...

Cambiando de tercio, pero continuando con el cine, quería comentar una banalidad (por el contenido de los anteriores párrafos. Ahora dudo si terminar el post dos líneas más arriba o no. Bien, decido que no).

Ayer le mencioné a él que no hace mucho tuve el placer de ver
Brokeback Mountain, de Ang Lee. Trabajo por el cual se llevó la estatuilla a la Mejor Dirección.

Es una película controvertida, que ha recibido tantas críticas como halagos debido a su tema principal: la relación homosexual de sus dos protagonistas (Jake Gyllenhaal, de quien comenté hace algún tiempo la sensual sonoridad que se produce al pronunciar su nombre, y Heath Ledger) en una sociedad tan cerrada y machista como es la de los pastores y el mundo de los cowboys, manteniendo esta relación oculta a lo largo de los años a pesar de las sospechas de, sobretodo, sus respectivas esposas.

Me encantó verles besarse. Y, en serio, no es perversión.
La fotografía y la Banda Sonora Original tampoco son en absoluto desdeñables.
Pero, sobretodo, me quedo con una frase que Jack (Jake G.) le dice a Ennis (Heath L.) y que alguna vez he hecho mía: A veces, te echo tanto de menos, que no puedo soportarlo...
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