viernes, octubre 05, 2007

Lo que da de sí una bicicleta

Llevo ya unos meses pedaleando a mi ritmo por la ciudad y he de decir que me encanta ir en bicicleta.
Además del deporte (la cojo unas 4 ó 5 veces a la semana), el uso de la bici contribuye a mantener el ambiente más limpio que si se utiliza el coche o el bus (aquí no hay metro).

El otro día, íba por el parque cuando me encontré con el Bacterio, un profesor del Instituto en el que estudié el Bachillerato.
Sorpresa ninguna. Sigue igual: cabellos erizados de color negro (alguna canilla empieza a despuntar, pero para tener alrededor de -calculo- 50 años mantiene su color bastante homogéneo) y algo largo (si se los alisara le llegarían por los hombros). Barba larga y muy poblada. Gordo (pese haber pasado unos 14 ó 15 años no ha engordado excesivamente más sino que sigue manteniéndose aproximadamente igual de gordo que como estaba antes) de esos que llevan las camisas con los botones a punto de explotar a causa de las tres alforjas que se le forman desde los "pectorales" (o las mamas de una venus prehistórica) hasta el pubis.
Además, a causa de esa obesidad más que incipiente, sudaba con una facilidad asombrosa. Camacho se le quedaba corto, lo juro.
Creo que unas injecciones de botox le hubieran venido de perlas (la toxina botulínica -Botox- se empleaba para los casos de hiperhidrosis hasta que se descubrió que paralizaba los músculos evitando las contorsiones de los tejidos que provocan las antiestéticas arrugas).
Solía venir con un zapato de cada clase. Sólo con esto cualquiera puede hacerse una ligera idea del tipo tan raro que podía llegar a ser...

El caso es que lo ví igual. Y como tal seguirá igual de cabrón. Siento escribir semejante palabro. Una de mis normas es mantener la compostura (solo en cuanto a las palabras malsonantes) en este blog pero en éste caso, el Bacterio, profesor de matemáticas de 2º y 3º del ya obsoleto B.U.P. era un cerdo y -me reitero- un cabrón.
Una de sus lindezas favoritas era riduculizar -literalmente- al alumno en el encerado. Ahora la tarima es algo del pasado pero cuando un profesor nos sacaba "allá arriba" el mundo parecía engrandecerse y nosotros encoger..., encoger..., encoger...
Pues eso, elegía al "azar" (sí, claro) a un alumno, el cual daba la coincidencia de que era el que peor entendía dicha lección y pretendía que éste desarrollase un ejercicio en la pizarra.
Normalmente este ejercicio no lo empezaba, o no lo terminaba o no lo planteaba correctamente por lo que los insultos y las vejaciones indirectas por parte del profesor Bacterio se sucedían una y otra vez.
Esto es una aberración y aunque yo tuve la maravillosa suerte de no tenerlo nunca como profesor (yo habría sido uno de sus blancos ya que las matemáticas y yo nos llevamos fatal a partir de la trigonometría) conocí algunos alumnos suyos que íban acojonados a sus clases y, en lugar de aprender, ODIARON la asignatura.

En estos tiempos en los que el tema del respeto hacia los profesores por parte de los alumnos está corriendo ríos de tinta y degenerando a puntos imposibles, he de señalar que el tal Bacterio se equivocó (y quizás sigue equivocándose todavía, no lo sé) si pensaba que de este modo imponía respeto hacia los pupilos. Esa actitud provoca, sin lugar a dudas, un miedo atroz a hablar en público porque conlleva no baja autoestima, sino mierda de estima hacia uno mismo. Sobretodo en la adolescencia, cuando se empiezan a forjar y a consolidar las bases de la personalidad adulta.

Pensé en atropellarlo. Pero desistí inmediatamente por miedo a convertirme precísamente yo, en la víctima durante un golpe de su hedor sudoríparo.

Y ya que volvemos atrás, pensaremos en tiempos mejores...
Hace justo, justito seis años anduvimos él y yo revolcándonos en una cama de tamaño Size King, bebiendo tequila, comiendo melón, olvidándonos de los horarios de las comidas, encontrando etiquetas donde debía haber piel y llamando a otra habitación (juro que marcamos el nº de recepción) durante la madrugada para pedir -bastante cabreados y con mucho cuento también- que solventaran con la mayor rapidez posible el problema de un detector de incendios que no paraba de sonar y nos descentraba... ¡Qué risas nos echamos! X'DDD
Apoya Ecoogler.com el buscador ecológico