viernes, octubre 19, 2007

Silogismos

Estoy convencida de que dios existe. El de los cristianos, digo. Porque -sin lugar a dudas- hay muchos más...

Todo comienza en Sodoma y Gomorra.
El Génesis 19 relata algo a su antojo pero difiero un poquito y a continuación explico mi versión:

En los albores de la humanidad el hombre y la mujer, el hombre y el hombre, la mujer y la mujer, cuando éstos todavía conservaban pelo en prácticamente en la totalidad de su cuerpo, prácticaban sexo por doquier y gracias a ésto, las arduas labores de supervivencia se sobrellevaban muy positivamente (al igual que hoy en día).

Los siglos pasaban y los dioses estaban encantados observando a la humanidad disfrutar de un placer recién adquirido. Incluso alguno fantaseaba con retozar con ellos por eso fueron muchos los que traspasaron esa línea etérea de la divinidad mezclando efluvios con los habitantes de la tierra.

Para los humanos, por otra parte, no había mejor regalo que ser el capricho de un dios o una diosa. Y el resultado de tanto placer vino marcado con el nacimiento del primer Héroe (hijo de un dios o una diosa con un hombre o una mujer) al que sucedieron muchos más a lo largo de la Historia.

El caso es que el sexo se fue convirtiendo en artículo de primera necesidad. Pero esta función no era muy bien vista por los ojos de un dios ermitaño que, cuando se personaba entre los demás, convertía el temor en apología de su doctrina y el miedo hacia los humanos en su lema principal.
A pesar de ésto,
fue haciéndose un hueco importante entre las conciencias de los hombres.
Muchos de ellos comenzaron a adorarle como un dios único. Así que, aprovechando un momento de fulgor, éste eligió a un puñado de varones para esparcir su pensamiento en la tierra de los mortales.

Fue tal su dedicación que consiguió dejar atrás a todos los demás dioses.
Los altares se destruyeron, las imágenes se quemaron, las construcciones para las divinidades fueron demolidas, las ofrendas se abolieron y paulatinamente, todos estos dioses que poblaban el olimpo, íban siendo olvidados...

Aunque no del todo.

Un pequeño grupo de personas continuaba adorando a los antiguos dioses en secreto y, por supuesto, follando por placer.
Pero como se sentían custodiados y ciudadanos no libres dedicieron fundar una ciudad en la que el sexo por placer se permitiese.
Levantaron dos núcleos y les llamaron Sodoma y Gomorra.

Al contrario de lo que los textos bíblicos se han encargado de transmitir, en estas ciudades no reinaba el libre albedrío, ni las bacanales eran tan constantes como para impedir el trasiego y la vida rutinaria como en cualquier otra ciudad con su lupanar correspondiente. No. Tan sólo se permitía disfrutar de la sexualidad como algo normal entre hombres y mujeres o entre hombres y hombres o entre mujeres y mujeres porque, al fín y al cabo, el ser humano, desde el momento en el que se convierte en humano, se convierte también en un trashumante en la búsqueda constante de la felicidad.

Como ya digo, la vida en Sodoma y Gomorra transcurría normalmente y sus habitantes eran tan parecidos y tan diferentes como lo podrían ser en otra ciudad excepto en lo que al sexo se refiere... Pero el dios que se había convertido en el Único descubrió, gracias a un infiltrado, la localización exacta de estos dos núcleos donde sus habitantes eran muy felices porque podían desinhibirse sin ningún tipo de prejuicio, sin que nadie les tachara de promiscuos, sin miedo al castigo del Único.

Este dios empapado de envidias, terriblemente enojado con estos hombres y mujeres que habían desoído sus credos oscuros plagados de palabras tenebrosas, decidió demostrar su verdadero poder. Un poder fraguado en sus más recónditos pensamientos, que nunca antes había hecho realidad. Éste podía ser un buen momento para exibir su verdadera grandeza y que todos los humanos se postraran temerosos ante él.

El Génesis 19 nos cuenta que el Único arrojó una mezcla de azufre y fuego para quemar a los habitantes de Sodoma y Gomorra a modo de castigo exceptuando a Lot y a su familia, los elegidos, los traidores...
La realidad es muy diferente puesto que esta divinidad reprimida y hostil que tan solo pudo canalizar este odio a través del castigo y el miedo hacia sus acólitos maquinó un golpe mucho peor que cualquier abrasión producida por lenguas de fuego.
Esta deidad tuvo a bien el inventar las enfermedades de transmisión sexual para lo que el resto de los dioses del olimpo se retorcieron de dolor. Ellos sí amaban a los mortales. Pero tuvieron que aceptar esta ley. Nada se podía hacer contra este titán que ahora acaparaba casi la totalidad de los altares de los mortales.
La legislación se llevó a cabo y no solo castigaron a los habitantes de Sodoma y Gomorra, sino que también fueron receptores sus hijos por disfrutar libremente del sexo cuando por edad les llegó su momento, así como a los hijos de sus hijos... hasta llegar al presente.

No pudo prohibir la promiscuidad pero sí la persiguió.
Y quizás por éste pequeño detalle, por estos fueros grabados a fuego en la tierna piel de los humanos logró que éstos se rindieran.
Unos obviaron el castigo. Otros pensaron que ningún dios (que tanto amaban a sus semejantes, los mortales) podría fustigarles de manera tan cruel. Otros optaron por el celibato para eludir cualquier mal convirtiéndose en una frágil réplica de su propio líder... Pero al final, todos los humanos estamos condenados a no poder disfrutar todo lo que quisiéramos sin que el miedo se apodere de nuestras entrañas. Cruel castigo para tamaño placer.
Pérfido dios.
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