Sin manos
- Te someterás a mí y yo seré tu amo - me dijo lentamente una voz autoritaria.
Si echaba la cabeza hacia atrás lo poco que podía ver por un resquicio de la parte inferior del pañuelo de seda que me cubría los ojos era mi cuerpo desnudo y desenfocado frente a un espejo de unos dos metros de altura.
Pensé en mi cámara porque me gustaba lo que veía, pero estaba en el bolso con la demás ropa sobre una silla cercana. Entonces lamenté por un momento tener las manos atadas a la espalda.
Intenté mirarme de nuevo y ahí estaba yo, como una crisálida con la piel delineada por los dibujos simétricos de los nudos y las cuerdas japonesas que me oprimían ligeramente.
- Baja la cabeza. No intentes mirar nada - añadió al instante la misma voz.
Si echaba la cabeza hacia atrás lo poco que podía ver por un resquicio de la parte inferior del pañuelo de seda que me cubría los ojos era mi cuerpo desnudo y desenfocado frente a un espejo de unos dos metros de altura.
Pensé en mi cámara porque me gustaba lo que veía, pero estaba en el bolso con la demás ropa sobre una silla cercana. Entonces lamenté por un momento tener las manos atadas a la espalda.
Intenté mirarme de nuevo y ahí estaba yo, como una crisálida con la piel delineada por los dibujos simétricos de los nudos y las cuerdas japonesas que me oprimían ligeramente.
- Baja la cabeza. No intentes mirar nada - añadió al instante la misma voz.
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