viernes, enero 12, 2007

En los últimos treinta años...

A los 30 años, no son los 30 años los que causan arrugas. Son los 30 años de emociones y de risas [...]. También los 30 años de luz, calor, frío, aire acondicionado y contaminación [...]

Así rezaba hace poco parte de un anuncio de cuidado facial (una crema hidratante, para ser más exactos) de una de las primeras marcas del mercado en este campo.

El caso es que hoy me han tocado ya los treinta y, joder, se me han pasado los años en un suspiro. Esto -reconozco- es síntoma de que voy envejeciendo y de que recuerdo el pasado, mis "años dorados", con una mezcla de satisfacción y de nostalgia (hablo como una anciana, jajajaja).

Pero es cierto lo que cuentan esos e-mails en cadena acerca de que nosotros, los de la década de finales de los setenta, nos gusta escuchar M-80, que sonreimos con los programas de zapping en los que se suceden escenas de otros programas de hace quince o veinte años, oír las canciones de los dibujos animados que casi recordamos completamente, reconocder que ya no aguantamos una noche de juerga como las de hace unos diez años (ni tampoco la resaca), etc, etc, etc.

Los cambios en primera persona son:

- Que los críos me parecen muy críos y que me hace gracia cuando me "tiran los tejos"

- Que no me puedo pasar todo un día durmiendo ni recuperar ese exceso de la cenita+fiesturri de la noche anterior

- Que la cadena de música "Los 40 Principales" es horrible (bueno, ésto lo llevo pensando desde hacde ya bastantes años)

- Que me gusta ahora Mecano más que cuando era cría y, por tanto, reconocer que "me he criado con las canciones de Mecano"

- Echar la vista atrás y pensar: "¿esto lo pude hacer yo?" "¿cómo me podía poner ésto o ésto otro?"...

Y así tantos y tantos cambios.


Por contraposición:

- Miro a mi alrededor, otras chicas (en "chicas" había puesto "mujeres" pero no sé, lo he cambiado. No me considero tan "mayor"... Es difícil de explicar. El término "mujer" se me hace una definición demasiado responsable, como que envejece más bien. Y en el fondo sé que lo soy, que ya no hay "carnet joven" para mí ni para los de mi quinta. En fín, paranoias mías...) tienen arrugas y yo... -jejeje- no

- Mis pechos siguen duros y en su sitio lo que, la verdad, aunque parezca un alarde de vanidad, me sirve para darle un empujoncito a mi ego que con lo del cambio de cifra no me lo he tomado muy bien

- He aprendido muchísimas cosas. Experiencia, lo llaman... Y que no lo cambio.

De los veinte a los veinticinco podría decir que se forjó lo que ahora es un punto álgido en mi personalidad: mi fuerte carácter. Y eso, en realidad, se lo debo a cierto indivíduo que estuvo en mi vida por aquel tiempo.
Si te intentan machacar, lo mejor es ser más fuerte, mandar todo a la mierda (a él e incluso a ti mismo si procede) y resurgir de nuevo, como el ave Phoenix.
Por eso tuve mi época en la que no me aguantaba ni yo, jajaja...

Después vino mi hijo de quien no tengo palabras y al que adoro.
El otro día le contaba a mi madre que yo seré de aquellas que lloraré ante algún evento que protagonice mi hijo (competición, trofeos, boda, jajaja, ¡a saber!). Y lo peor de todo es que resulta curioso viniendo de mí.

Se me desmontan todos los recursos cuando mi hijo me da besos y abrazos y cuando me dice que me quiere, muy a menudo además. Y pienso con tristeza que conforme vaya creciendo esta frecuencia disminuirá (porque debe ser así).
Y es más, le quiero tanto, tanto, que muchas veces (mientras pienso por vicio) me debato entre la tontería tan grande y tan común de "si volviera atrás en el tiempo..." si haría exactamente lo mismo que sucedió en su día para que mi hijo tomara forma. Y digo "me debato" porque está ese amor de madre que no se puede explicar sino sentir, y ese otro sentimiento que va íntimamente relacionado con este amor: las preocupaciones, los sufrimientos tanto del hijo como de la madre, que se desencadenarán a lo largo de la vida. Pero los niños no pueden ni deben vivir en una burbuja y, por este motivo, conocerá la tristeza, el odio y muchas cosas que no le gustarán a él y por las que yo sufriré.

Si "volviese atrás en el tiempo..." tendría otra vez a mi hijo. Y diría "sí" a los sufrimientos que conlleven sin conocer las consecuencias. Unos efectos que todavía, casi cinco años después, todavía desconozco en su totalidad.

Pero tengo treinta años, un hijo precioso de casi cinco y estoy estupenda. Me dicen que lo importante es cumplir años. Y es verdad.
Que sí, que quiero vivir muchos años más. Que soy feliz... pero hoy llevo fatal lo de haber cambiado de cifra en las decenas. Tanto que quería llorar para desahogarme. Quería haberle llamado a él para haberle contado mis desechos, mis trastos, pero, claro, ya no tenía ningún sentido.

¡Feliz cumpleaños! ¿no?
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