domingo, enero 13, 2008

Odiosas comparaciones

Es lo que siempre se suele decir... Supongo que como medio de excusa para liberarnos de la carga psicológica que tiene el hecho de otorgarle, con el ejercicio mágico de la elección sujeta a valores individuales, mayor valía a alguien por encima de otro.

Pero comparar es algo que hacemos numerosas veces al día. No solo con las personas sino con la toma de decisiones o con la elección de objetos, por poner dos ejemplos más generales.
Contrastar ha sido y es, además, necesario para la supervivencia. Sin embargo, hay matices que cambian drásticamente cuando el ser humano se ve incorporado en el lote porque, claro, el hombre -como la mujer- no es un objeto y como tal no debería ser comparado. Eso es, al menos, lo que afirma la moral social, ese conjunto etéreo de ideas generales para la buena convivencia que se nos intenta inculcar, quizá para convertirnos en seres menos frívolos y sociables.

¿Por qué evitar comparar, por ejemplo, entre dos personas aludiendo la archifamosa frase "las comparaciones son odiosas" si es algo que se ha hecho desde el principio de los tiempos?

El temor a ser mal visto por proceder al tema que hoy me ocupa puede que sea el lastre más generalizado para evitar la contraposición de equis número de personas en una conversación.
Pero una comparación no tiene por qué arrastrar connotaciones negativas siempre. Sólo depende del adjetivo o la particularidad a destacar.

Y a ésto último quiero hacer incapié a colación de una conversación mantenida anoche acerca de dos personas con las que he intercambiado sexo y besos. Una de ellas, mi compañero de conversación.

Siempre me ha parecido de muy mal gusto relatar detalladamente la vida sexual que comparto (no así mis preferencias, que jamás he tenido pudor en tratar si así se tercia el tema) a alguien con quien ya las he mantenido. Y no sé muy bien por qué. Supongo que para no entrar en malentendidos y para que nadie se sienta infravalorado (porque también está la comparación que individualmente hacemos de nosotros mismos. Nuestras "pajas mentales". Material para otro post...). Pero para evitar entrar en pormenores, espeté: "las comparaciones son odiosas". Y metí la pata hasta el fondo porque para mí hay ciertas personas que son incomparables, a menos que sea un desastre (sexualmente hablando) y la frasecita de marras induce a lo que induce, esto es, a sentirse comparado. Porque este dicho popular no cabía en la conversación aquella.
Me equivoqué al intentar escaparme. Pero no pasa nada. Imagino que no me lo tendrá en cuenta...

Y por si alguna vez se pierde y me lee, ya lo sabe. Él conoce de sobras los polvos tan estupendos que se pueden echar con él.
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