Un Templo Mágico
Lo cierto es que no sé muy bien por qué, pero esos bloques de piedra me han trasmitido una energía especial cada vez que me he acercado a ellos desde aquella primera visita, el sexto día de septiembre de mil novecientos noventa y siete.

El Templo de Debod está ubicado en el Parque del Oeste (Madrid).
Este Santuario de unos veintidos siglos de antigüedad se encuentra en la capital española gracias a la ayuda que nuestro país ofreció a Egipto en el traslado de los templos de la zona de Nubia, especialmente los de Abu Simbel, a causa de la construcción de la nueva presa de Asuán.
La gran mayoría de las construcciones egipcias se caracterizan por estar formadas, además de piedra nueva traída de canteras seleccionadas, por restos de otras edificaciones más antiguas que se arruinaron a causa del abandono al despiadado brazo del desierto o bien derruidas por la mano del hombre bajo el mandato del faraón reinante.
Los bloques de piedra se han tomado prestados de esta manera a lo largo de los siglos de la vida del antiguo Egipto para erigir otras obras, con lo que se pueden encontrar santuarios de mayor y menor importancia dispersados por Egipto como si se tratara de las piezas de un puzzle.
Así que, aunque lo sospechaba, me complace sobremanera descubrir que el Templo de Debod contiene piezas de una capilla original que fue levantada en el mismo emplazamiento que posteriormente ocupó el definitivo. Dicha capilla la mandó construir muy probablemente Seti II, nieto de Ramsés II, y fué dedicada a Amón, dios de los dioses por antonomasia e instaurado casi al término de la Dinastía XVIII.
Y aunque el descendiente del Gran Faraón ocupó un puesto ya en decadencia en su dinastía y jamás pudo igualar la grandeza y el esplendor de los sesenta y siete años de reinado de su abuelo, por sus venas corría la sangre de Ramsés el Grande.
Estoy segura de que esa gloria y dignidad de su linaje la transmitió a todos y cada uno de los bloques de piedra mediante una ceremonia mágica.
El Templo que ahora podemos contemplar y visitar (o lo que queda de él) se erigió durante la época Ptolemaica a la que se le sucedieron varios añadidos en la época grecorromana.
Pero me gusta pensar que esa magia... esa energía electrizante que desprende y que me sedujo aquel día y que he captado en las posteriores visitas es fruto de una estirpe de grandes faraones cuyas vidas y acontecimientos me fascinan notablemente.
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Nota: Me veo en la obligación moral de añadir una frase de agradecimiento al autor de la fotografía, Ignacio Cobos, con quien me une una profunda relación de amistad y cuyo paso por mi vida considero esencial.
Los detalles se quedan en la memoria. Pero en este post, además de darle las gracias por facilitarme una imagen maravillosa del Templo sin habérsela pedido, he de hacerle una mención especial por haberme llevado al Parque del Oeste hará ya once años. Por la magia de la que me impregné en aquel momento y ¿por qué no? por lo que vino después...
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