El periplo del Wittelsbach
El diamante Wittelsbach, de color azul grisáceo, se extrajo en una mina de la India (ahora ya agotada) y se llevó directamente a la Corte Española, donde el Rey Felipe IV se lo regaló a su hija, la Infanta María Teresa de Austria, como parte de la dote para su matrimonio con su tío Leopoldo I, Emperador del Imperio Germánico.
Tras la temprana muerte de la Infanta, la joya fué heredada por su sobrina Ana María de Austria que a partir de su matrimonio con el Príncipe heredero de Baviera pasó a formar parte de la corona bávara por lo que se fué sucediendo en la familia Wittelsbach durante los años 1722 hasta septiembre de 1921, año del fallecimiento de Luis III y además, fecha en la que el diamante ornamentó por última vez a un monarca. A su muerte, el Wittelsbach y todas las demás joyas adscritas al Tesoro Real, pasaron a las dos siguientes sucesiones de monarcas.
En 1931 la casa de subastas Christie's lo vendió a un particular para que el dinero recaudado se repartiera entre los herederos de Luis III.
Casi treinta años después, la joya volvió a ser subastada para recaer en manos de un coleccionista privado aunque, poco antes, fue exhibida en la Feria Mundial de Bruselas (1962).
Sin embargo, como dijo la actriz Elizabeth Taylor, las joyas no tienen dueños sólo meros portadores, el diamante Wittelsbach no terminó ahí su periplo. A finales del año pasado se subastó de nuevo en la sala Christie's de Londres por la nada desdeñosa suma de 24.300.000 dólares y fué adquirido por el joyero Laurence Graff.
Pero ésta no será sino otra de sus paradas...

Tras la temprana muerte de la Infanta, la joya fué heredada por su sobrina Ana María de Austria que a partir de su matrimonio con el Príncipe heredero de Baviera pasó a formar parte de la corona bávara por lo que se fué sucediendo en la familia Wittelsbach durante los años 1722 hasta septiembre de 1921, año del fallecimiento de Luis III y además, fecha en la que el diamante ornamentó por última vez a un monarca. A su muerte, el Wittelsbach y todas las demás joyas adscritas al Tesoro Real, pasaron a las dos siguientes sucesiones de monarcas.
En 1931 la casa de subastas Christie's lo vendió a un particular para que el dinero recaudado se repartiera entre los herederos de Luis III.
Casi treinta años después, la joya volvió a ser subastada para recaer en manos de un coleccionista privado aunque, poco antes, fue exhibida en la Feria Mundial de Bruselas (1962).
Sin embargo, como dijo la actriz Elizabeth Taylor, las joyas no tienen dueños sólo meros portadores, el diamante Wittelsbach no terminó ahí su periplo. A finales del año pasado se subastó de nuevo en la sala Christie's de Londres por la nada desdeñosa suma de 24.300.000 dólares y fué adquirido por el joyero Laurence Graff.
Pero ésta no será sino otra de sus paradas...

1 Comments:
24 millones de euros por una piedra... Una tan excelente como despreciable muestra de la banalidad humana.
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