La pantera rosa
En un vaso de chupito: 1/2 de Tía María + 1/2 de Cointreau = pastelito de la Pantera Rosa.
Cuando lo probé por primera vez, inmediatamente me recordó a este dulce infantil (de un color rosa demasiado artificial). Al dar a conocer a otras personas este brebaje, efectivamente han ratificado mi opinión.
Rememoro aquellos días... Mi época "destroyer", cuando vestía con una buena mezcla de hippy, siniestro y gótica. Bueno, se me podía mirar sin asustar a nadie, todo hay que decirlo.
La noche que bebí por vez primera ese pastelito rosa en forma líquida íba con una amiga de Huesca que había "bajado" a Zaragoza a pasar el fín de semana. Esa chica (uf! no me acuerdo el nombre. Lo siento) me pareció más atrevida que yo por aquellos entonces y sentí algo así como admiración y sorpresa.
*Chica de Huesca (mientras prendía fuego a aquellas pociones y las diluía con su propio índice):
- Pues a mí es que no me gusta nada comérsela a un tío. Me da asco.
- Jajajajaa. A mí también...-contesté.
Desde ese momento me sentí más cercana a ella y creo que fué a partir de esa noche cuando comencé algo así como una crisis de identidad. Realmente tuve una época en la que la androgenia se apoderaba de mí. Llegué a cuestionarme en serio mi sexualidad con respecto a otras mujeres.
Pasados bastantes minutos me lié con un tío altísimo, me acuerdo de sus pantalones vaqueros en azul desgastado y su camisa gris.
A los pocos segundos de la aproximación, metí mi mano derecha por debajo de sus pantalones para comprobar si era cierto la leyenda urbana acerca de que los tíos altos "la tienen pequeña" (y viceversa con los bajitos).
Ahora me hace gracia cuando pienso en lo rápido que solté lo que me encontré. Desde aquí afirmo que esa leyenda urbana no es en absoluto cierta, o éste chico fué la excepción que confirma la regla.
Me preguntó éste si quería subir a los baños con él y yo le contesté si se pensaba que yo era gilipollas. El caso es que lo mandé a paseo y volví con mi amiga a la que, por supuesto entre carcajadas, le conté la odisea y el tamaño de su hombría tomando como referencia el vaso de tubo y gesticulando con las manos.
Las mujeres somos malas. Es cierto...
Y no sé cómo terminamos besándonos... Si la culpa la tuvo la Tía María con Cointreau, los fuegos que apagamos varias veces con el índice a modo de cucharilla mezcladora del veneno etílico o la represión que habíamos guardado hasta entonces.
El público asistió improvisadamente. Nadie se quejó. Pero sobretodo nos gustó a nosotras.
Cuando lo probé por primera vez, inmediatamente me recordó a este dulce infantil (de un color rosa demasiado artificial). Al dar a conocer a otras personas este brebaje, efectivamente han ratificado mi opinión.
Rememoro aquellos días... Mi época "destroyer", cuando vestía con una buena mezcla de hippy, siniestro y gótica. Bueno, se me podía mirar sin asustar a nadie, todo hay que decirlo.
La noche que bebí por vez primera ese pastelito rosa en forma líquida íba con una amiga de Huesca que había "bajado" a Zaragoza a pasar el fín de semana. Esa chica (uf! no me acuerdo el nombre. Lo siento) me pareció más atrevida que yo por aquellos entonces y sentí algo así como admiración y sorpresa.
*Chica de Huesca (mientras prendía fuego a aquellas pociones y las diluía con su propio índice):
- Pues a mí es que no me gusta nada comérsela a un tío. Me da asco.
- Jajajajaa. A mí también...-contesté.
Desde ese momento me sentí más cercana a ella y creo que fué a partir de esa noche cuando comencé algo así como una crisis de identidad. Realmente tuve una época en la que la androgenia se apoderaba de mí. Llegué a cuestionarme en serio mi sexualidad con respecto a otras mujeres.
Pasados bastantes minutos me lié con un tío altísimo, me acuerdo de sus pantalones vaqueros en azul desgastado y su camisa gris.
A los pocos segundos de la aproximación, metí mi mano derecha por debajo de sus pantalones para comprobar si era cierto la leyenda urbana acerca de que los tíos altos "la tienen pequeña" (y viceversa con los bajitos).
Ahora me hace gracia cuando pienso en lo rápido que solté lo que me encontré. Desde aquí afirmo que esa leyenda urbana no es en absoluto cierta, o éste chico fué la excepción que confirma la regla.
Me preguntó éste si quería subir a los baños con él y yo le contesté si se pensaba que yo era gilipollas. El caso es que lo mandé a paseo y volví con mi amiga a la que, por supuesto entre carcajadas, le conté la odisea y el tamaño de su hombría tomando como referencia el vaso de tubo y gesticulando con las manos.
Las mujeres somos malas. Es cierto...
Y no sé cómo terminamos besándonos... Si la culpa la tuvo la Tía María con Cointreau, los fuegos que apagamos varias veces con el índice a modo de cucharilla mezcladora del veneno etílico o la represión que habíamos guardado hasta entonces.
El público asistió improvisadamente. Nadie se quejó. Pero sobretodo nos gustó a nosotras.
1 Comments:
Ah! y yo también comía de pequeña este pastelito, qué recuerdos... tengo que probar el brebaje líquido. ^_´
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