jueves, noviembre 10, 2005

Naked Toes Girl

- He percibido tu desconcierto cuando has observado, cada vez que cruzamos nuestras miradas en el patio, que deambulo descalza por mi casa - me indicaba mi vecina mientras esperábamos el ascensor en el descansillo.

A mí no me salían más palabras que la propia expresividad que no pudiera contener tras los ojos: una mezcla de curiosidad y de rubor, imagino.

- ¿Sabes? - continuó - le gusta a mi esposo.

La palabra "esposo" sonó de repente en mi interior como un estallido. Se me hacía extraño oírla pronunciar en una mujer relativamente joven ya que, calculo, no sobrepasa los cuarenta años.
"Es-po-so" = persona casada, según la RAE.
Por supuesto la afirmación es correcta pero, irremediablemente, la asocio a aquellas mujeres cuya meta no ha sido otra que la del matrimonio. A "señora mayor" y abnegada a los cuidados, caprichos y necesidades del hombre al que -tantas- se encuentran encadenadas.
Yo, por preferir, me decanto si acaso por las "esposas" (RAE = pareja de manillas unidas entre sí con las que se aprisionan las muñecas de alguien) que a pequeñas dosis y dándole una buena utilidad, siempre y cuando todos los jugadores estén de acuerdo, se le da un giro distinto al placer y, como ya digo, por lo menos todos no lo pasamos bien.

- ¿Pues en invierno...? - Fue lo único que le pude esbozar mientras abría la puerta del ascensor.
- Siempre descalza. Haga frío o calor. Bueno... aquí tenemos calefacción - se apresuró a contestar -. Y mi mayor propósito es complacer a mi esposo.

Otra vez utilizó la misma palabra para designarle y, acercándose hacia mí, susurró de manera cómplice:
- Te puedo asegurar que después, en la cama, me compensa con creces. ¿No me oyes gritar?

Llegado a este punto no pude reprimir una carcajada que, confieso, me salió del alma mientras pensaba en las veces que he oído por el patio comunitario no gemiditos sino gritos. Gritos que, indiscutiblemente, se reconocen cuando son producto del placer (o de una sobreactuación, ¿quién sabe?).
El ascensor paró en el 2º piso. Bajó ella.

- Ya hablaremos... - se despidió a la vez que me dedicaba un guiño que, en verdad, no supe si tomármelo como una provocación o para hacerme partícipe de su secreto que quizás ya conozcan todos los vecinos.

*

Post Scriptum. La fotografía pertenece a Bill Brant (1904-1983). Titulada "Belgravia" (1951)

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