Una velita a la Virgen del Pilar
No sé qué tipo de revolución se va a producir entre acólitos y comerciantes ahora que se ha prohibido colocar las típicas velas (largas como la vara de San Pedro) que a cientos se encienden diariamente frente a la Virgen del Pilar en Zaragoza a la par que se le hace una petición o un agradecimiento silencioso a la imagen para, acto seguido, rezar lo que se tercie, lo que desee o lo que sepa cada fiel.
Esta costumbre, muy arraigada entre maños y forasteros (curiosamente ejecutada tanto por creyentes como por aquellos que no lo son) es algo que llevo viendo desde que tengo uso de razón.
Sin embargo, su origen se remonta siglos atrás. El propio Felipe II donó unos candeleros labrados en oro cuya misión fué custodiar a la Virgen y, por supuesto, alumbrarla con los cirios que sujetan. Y aunque toda donación incluye un segundo propósito, ignoro si tales óbolos íban dirigidos a la Santa Madre Iglesia, tan poderosa e inquebrantable hace cuatro siglos y durante mucho después, o bien fueron destinados inocentemente por El Prudente para ocupar el lugar y la labor que ahora ostentan cual fiel zaragozano que actualmente puede acudir (sólo hasta el próximo 11 de junio) a poner su tradicional velita a la Virgen.
Yo siempre he dicho, a modo de mofa, que no me explicaba cómo la Basílica de El Pilar carecía de siniestros por incendios accidentales ya que cuando alguna vez he visitado el Templo me ha sorprendido la peligrosidad con la que los largos cirios se curvan, debido al calor del conjunto de las llamas, amontonándose los unos sobre los otros y formando a veces una pira de considerables dimensiones.
Así que, tal y como comenzaba al principio de este artículo, los más perjudicados serán los comerciantes de las calles Alfonso I, Don Jaime y circundantes, así como las cererías.
Los primeros ya han manifestado sus quejas en contra de la orden dictada por el Cabildo acusándoles de monopolizar las ofrendas.
En la siguiente fotografía (tomada del Heraldo de Aragón digital) se distinguen los dos veleros: el tradicional de madera a la izquierda que tiene los días contados y el eléctrico que por un "módico" precio de 0.50€ cualquier acólito, niño o grande, puede encender sin peligro su velita para la virgen.

He de reconocer que el cambio repercutirá favorablemente en la conservación de los frescos de la Basílica. Y los protagonistas de las ofrendas terminarán acostumbrándose con el tiempo a ver su importantísima tradición actualizada, a pesar de las numerosas protestas desde que la noticia salió a la luz.
Esta costumbre, muy arraigada entre maños y forasteros (curiosamente ejecutada tanto por creyentes como por aquellos que no lo son) es algo que llevo viendo desde que tengo uso de razón.
Sin embargo, su origen se remonta siglos atrás. El propio Felipe II donó unos candeleros labrados en oro cuya misión fué custodiar a la Virgen y, por supuesto, alumbrarla con los cirios que sujetan. Y aunque toda donación incluye un segundo propósito, ignoro si tales óbolos íban dirigidos a la Santa Madre Iglesia, tan poderosa e inquebrantable hace cuatro siglos y durante mucho después, o bien fueron destinados inocentemente por El Prudente para ocupar el lugar y la labor que ahora ostentan cual fiel zaragozano que actualmente puede acudir (sólo hasta el próximo 11 de junio) a poner su tradicional velita a la Virgen.
Yo siempre he dicho, a modo de mofa, que no me explicaba cómo la Basílica de El Pilar carecía de siniestros por incendios accidentales ya que cuando alguna vez he visitado el Templo me ha sorprendido la peligrosidad con la que los largos cirios se curvan, debido al calor del conjunto de las llamas, amontonándose los unos sobre los otros y formando a veces una pira de considerables dimensiones.
Así que, tal y como comenzaba al principio de este artículo, los más perjudicados serán los comerciantes de las calles Alfonso I, Don Jaime y circundantes, así como las cererías.
Los primeros ya han manifestado sus quejas en contra de la orden dictada por el Cabildo acusándoles de monopolizar las ofrendas.
En la siguiente fotografía (tomada del Heraldo de Aragón digital) se distinguen los dos veleros: el tradicional de madera a la izquierda que tiene los días contados y el eléctrico que por un "módico" precio de 0.50€ cualquier acólito, niño o grande, puede encender sin peligro su velita para la virgen.

He de reconocer que el cambio repercutirá favorablemente en la conservación de los frescos de la Basílica. Y los protagonistas de las ofrendas terminarán acostumbrándose con el tiempo a ver su importantísima tradición actualizada, a pesar de las numerosas protestas desde que la noticia salió a la luz.
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