viernes, junio 17, 2005

Hola. Soy Culex Pipiens y voy a morir.

Nací, entre el tumulto y el ruido de mis hermanos impacientes, y ya entonces, sentí una sed incontrolable de lo que más tarde supe que llamaban sangre.

Para todos los de mi especie, ésta representa dos formas vitales de supervivencia: alimento y vida.

Sé que sin ella, y a pesar de ella, moriría. Pero nutrirme de este fluido y la reproducción son las dos funciones para las que estoy preparada.

Aún así, expiro y siento que no he terminado con mi cometido.

Me he saciado durante varios días hasta que he alcanzado la madurez sexual para multiplicarme. Cada uno de mis movimientos parecía estar programado desde mi interior, sin tan siquiera pararme a pensar en ellos. No entiendo en qué pude errar...

El último recuerdo agradable es la dulce mezcla de ácidos láctico y graso (componentes de la capa protectora de esa piel que me obsesiona: la humana) todo ello, unido a la emisión del calor y la humedad que desprendía esa joven de cabellos de un tono tan intenso como el de mi propio alimento, me sumía en un violento impulso de búsqueda que no cejaría hasta colmar mis deseos.

Este soberbio perfume me cegó de todo lo demás a unos setenta metros de distancia, cuando se cruzó en mi camino. Y siguiendo el rastro, choqué contra un muro trasparente que me dejó aturdida y desorientada durante breves segundos. Localicé un estrecho paso que me conducía a una estancia en la que el olor era más penetrante. El hambre arañaba mis entrañas.

Allí encontré a hermanos y a desconocidos alimentándose. Pensé que quizás había llegado demasiado tarde cuando noté una lluvia fría, un olor ácido y penetrante que nos envolvió a la mayoría.

Ahora me invade la angustia, la desolación y el dolor. Siento cada punzada adentrándose poco a poco a través de mis conductos. Me asaltan los movimientos descontrolados hasta casi trastornarme. Me retuerzo loca de furia y mi ansiedad es cada vez más fuerte.

En el último espasmo pierdo la vista.

Me paralizo.

Soy muerta.



· Los insecticidas contienen DEET (dietitoluamida), una sustancia desarrollada por el ejército de E.E.U.U. hacia los años 50 y que logra inhibir el sistema de trasmisión nerviosa de los dípteros, los paraliza y –afortunadamente- los mata. Aunque la prevención es la vía que habríamos de pensar antes de usar los plaguicidas, siempre perniciosos para el medio ambiente.

De las más de tres mil especies que existen en el continente, muchas se han especializado en humanos, de tal manera que se alimentan única y exclusivamente de ellos.

Son más de sesenta las especies que cometen sus fechorías en España, siendo el “picotazo” el mejor obsequio que nos procuran.

De la misma manera, no habría que desdeñar al Culex Pipiens pues es el portador primario del virus de la encefalitis a través del mundo, además, es el mosquito común nocivo más importante de las áreas urbanas y suburbanas.

Este díptero necesita de la humedad para depositar sus huevos, así que cualquier patio o lugar donde exista agua estancada suele ser su punto perfecto. Los canales de agua, vasos, latas y abrevaderos suelen ser para ellos como su “hogar dulce hogar”.

Este año que está siendo tan seco y nefasto para los cultivos (las pérdidas están siendo millonarias en España) y que “gracias” (me siento culpable de pensarlo siquiera) a la escasez de lluvias, los alérgicos hemos llevado uno de los mejores períodos que recuerdo, el mosquito común tiene menos capacidad para reproducirse.

Es por ello que, si durante los próximos días, se produjesen lluvias, ésta capacidad aumentaría considerablemente, convirtiéndose asimismo en plaga, tal y como sucede en algunas zonas de la península.

Teniendo en cuenta que de huevo a adulto madura en siete días. Y los adultos viven de diez a sesenta días, se pueden suceder, en la época estival hasta casi diez generaciones sin dificultad.

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