Nut

Es una falta imperdonable que no haya hecho mención hasta hoy de la cultura egipcia, cuna de las civilizaciones aunque muchos me lo discutan y me saquen a relucir el tema del esclavismo sin mostrar ningún otro argumento. Pero hoy no voy a debatirme conmigo misma, ni con los invisibles ni contigo.
Tan sólo quiero que contempléis la maravilla a la que pudo aspirar el ser humano, muchísimo más sofisticado por entonces que ahora en tantos aspectos que me es imposible enumerar. Me atrevo a decir que incluso en la ciencia.
Cuando por Europa todavía andábamos escondiéndonos de las fieras por las oquedades de las rocas y en cuevas llenas de mugre y de heces, y dibujando símbolos fascinantes, sí, pero remotos y a años luz de la belleza que ostenta, por ejemplo, esta imagen acerca de la diosa Nut, bóveda celeste. En Ella, Osiris, dios de los dioses, delegó la responsabilidad de engullir el disco solar cada atardecer para que la noche hiciese su presencia, así como expulsar el disco solar a modo de alumbramiento y dar comienzo un nuevo amanecer.
En el Egipto de hace cinco mil años ya observaban las estrellas, las agrupaban en constelaciones, conocían el número Pi... y conjugaban todo ello en sus construcciones de tal manera que incluso hoy día quedamos absortos ante la magnitud y la magestuosidad, ante la universalidad de todos los monumentos que tras siglos y siglos tenemos la suerte de seguir estudiando.
Tan sólo quiero que contempléis la maravilla a la que pudo aspirar el ser humano, muchísimo más sofisticado por entonces que ahora en tantos aspectos que me es imposible enumerar. Me atrevo a decir que incluso en la ciencia.
Cuando por Europa todavía andábamos escondiéndonos de las fieras por las oquedades de las rocas y en cuevas llenas de mugre y de heces, y dibujando símbolos fascinantes, sí, pero remotos y a años luz de la belleza que ostenta, por ejemplo, esta imagen acerca de la diosa Nut, bóveda celeste. En Ella, Osiris, dios de los dioses, delegó la responsabilidad de engullir el disco solar cada atardecer para que la noche hiciese su presencia, así como expulsar el disco solar a modo de alumbramiento y dar comienzo un nuevo amanecer.
En el Egipto de hace cinco mil años ya observaban las estrellas, las agrupaban en constelaciones, conocían el número Pi... y conjugaban todo ello en sus construcciones de tal manera que incluso hoy día quedamos absortos ante la magnitud y la magestuosidad, ante la universalidad de todos los monumentos que tras siglos y siglos tenemos la suerte de seguir estudiando.
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