domingo, agosto 15, 2010

Lugares abandonados

Desde siempre me han intrigado los lugares inhóspitos, abandonados o simplemente medio derruídos.

Me he adentrado en castillos dejados de la mano de los dioses (y del hombre), más en ruinas que erguidos y desafiantes. He penetrado en ermitas románicas, algunas de ellas sin techo, con miedo a que algún cascote me abriese la cabeza, diciéndome a mí misma que la siguiente vez me haría con algún protector para testa para que, de momento, siga funcionando... Me he introducido por huecos, he mirado por rendijas hacia profundidades de espesa negrura con olor a humedad unas, con corrientes ceñidas otras de un aire que transporta el polvo de lo olvidado durante décadas, siglos incluso...

Y hace poco, el Sr. S. me habló de un movimiento que se dedica a visitar lugares abandonados. Diferenciándose éstos de mí en que tal tendencia recorría espacios urbanos (fábricas, hospitales, etc.), cuando yo siempre he preferido emplazamientos con cierta historia a sus espaldas (castillos, monasterios, torres de homenaje, ermitas...). Sin embargo, ambos tenemos de común denominador la norma de no romper ni destrozar nada, así como tampoco dejar señales o graffitis como constancia de que se ha pasado por ahí.
Los miembros del Club de Exploradores de Lugares Abandonados (CELA) se acogen, gran parte de las veces, al amparo de la noche para no ser vistos y evitan lo posible hacer ruidos. Lo cierto es que tiene su gracia. Aunque yo, con lo miedosa que soy (gracias a todas las pelis de miedo que he visto), jamás he penetrado en un lugar abandonado de noche. Se me vienen a la cabeza, no ya monstruos y todas esas cosas de ficción -que alguna vez, también-, sino psicópatas de cualquier índole que están a la espera de carne y sangre fresca...
Confieso que esos pensamientos hacen florecer una sonrisilla en mi rostro porque me siento un tanto ridícula, pero están ahí. No puedo evitarlos.

El caso es que tanto los miembros de este grupo como yo, adoramos entrar, investigar e imaginar otros tiempos en los que ese lugar estuviese vivo. Por contraposición, ese desgaste del paso del tiempo lo fijamos en fotografías, siempre llenas de detalles interesantísimos.

Uno de los últimos lugares abandonados que visité (y que lo hice por segunda vez, en abril de 2010) fueron las ruinas de esta fotografía que adjunto pertenecientes al Convento Mercedario del Pilar (s. XVII-XVIII) en Embún - Echo (Huesca).


La primera vez que me adentré en él fue con el Lirón, si la memoria no me falla, unos doce años atrás. Por aquellos entonces no me dió por buscar información, pero esta última vez sí lo hice. Y aunque fue una tarea que me llevó más rato de lo que esperaba, al final encontré que fue fundado por Martín Clemente sobre una antigua ermita dedicada a la virgen del Pilar.
En este Monasterio se formaban monjes pertenecientes a la orden para acudir a las misiones. Tras el incendio que lo destruyó, los retablos de su iglesia (con gran valor histórico) se ubicaron definitivamente en la iglesia de Echo y actualmente se pueden contemplar ya restaurados.

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