lunes, diciembre 18, 2006

¿Qué dices? ¿Con el fontanero?

Querida Ana:

El grifo de la cocina pierde agua.
Aprovechando que conozco al personal de la empresa de fontanería que trabajan en el edificio de mi trabajo, voy pedirles que venga a mi casa ese de ricitos con tanto morbo. Aquel que el otro día te conté que me besó la mano cuando me entregó las llaves de la sala de calderas.
Me dijiste que todavía quedan caballeros en el s. XXI... Ja, ja, ja... Te lo corroboraré a servicio prestado.

sábado, diciembre 09, 2006

HIJOPUTA

¡¡¡CERDO!!! ¡¡¡CABRÓN!!! ¡¡¡ASQUEROSO!!!

A cabrones como éste, habría que cortarle los huevos en público y dejar que se desangrase.
O permitir la lapidación a tipos así, no a las pobres mujeres que mueren por ésta causa y que sólo buscaban su libertad...



jueves, diciembre 07, 2006

Duelo

No voy a decir que llevaba dos años sin leer porque mentiría...
Periódicos; algún ensayo; el proyecto contínuo al que mi empresa, y por ende, mi trabajo está sometido; suplementos de revistas (Jano y El País Dominical, sobretodo); cursos de formación... Pero esto no es el "leer" que yo quería.

Lo cierto es que tenía "mono" de que cayera en mis manos una buena novela a pesar de que la lista de libros interesantes que tengo en casa pendientes de leer no está nada mal: La Sombra del Viento de Carlos Ruiz Zafón, premio planeta, además, de hace un par de años, creo; El Arpista Ciego de Terenci Moix; La Flaqueza del Bolchevique de Lorenzo Silva, finalista del Premio Nadal y que, posteriormente, se llevaría al cine de la mano de Manuel Martín Cuenca; la archiconocida Los Pilares de la Tierra de Ken Follet; Madame Bobary de Gustav Flauvert; Crimen y Castigo de Fedor Dostoiewsky... En fín, media docenita que prometen, la verdad.

Pero, al final, devoré -literalmente- La Catedral del Mar de Ildefonso Falcones, una novela ambientada en la Barcelona del s. XIV. Y tengo que decir que me "enganchó" desde la primera página (si se pincha en el enlace del título se puede leer el primer capítulo) hasta el punto de que a lo largo del día, mientras no leía, mi mente volvía una y otra vez a la historia de Bernat Estanyol y su hijo Arnau. Una sensación que me ha ocurrido con pocos libros.

Y a medida que me íba adentrando en la historia después de tanto tiempo esperando este libro que me despertara de mi letargo, una sensación de absoluto placer llenaba todos mis sentidos. ¡Dios! Hasta ahora, después de tantos años de lectura a las espaldas desde la infancia con aquellos libritos de la Editorial Barco de Vapor (clasificados en colores según edad) hasta hoy que me encuentro apurando el final de mis veintinueve años, no me había dado cuenta -realmente- del deleite obtenido gracias a un buen libro.

Quizás han sido formas algo enfermizas con La Catedral del Mar pues reconozco que he llegado hasta sentir "ansiedad". Me moría de ganas de retomar la lectura...
Llevaba meses pensando en que tenía que empezar, de una vez por todas, con la lista de novelas que he citado anteriormente.

Acerca de este libro fascinante decir que se publicó en febrero de 2006 y que la edición que ha caído en mis manos (lo tomé prestado a mi madre) es la decimosexta pero ya he visto que hay una decimoctava (y las que le quedan). No está mal, no.
Hay quienes osan comparar (sin duda quienes no la han leído) La Catedral del Mar con Los Pilares de la Tierra cuando el único denominador común que ambas tienen es una construcción religiosa.
Destacar varios elementos:

- La crudeza con la que se relata la vida cotidiana -la dura vida cotidiana- en la Edad Media. La miseria, el hambre, el trabajo, la falta de medios y tecnología, el frío, la ignorancia generalizada.

- Los estamentos sociales tan inquebrantables.
En Historia se dividen en la siguiente escala piramidal de tres bloques: Velatores (el Rey, los Caballeros y la Nobleza), Oratores (la Iglesia) y Laboratores (el pueblo).

- La figura de la mujer. Elemento "indispensable" pues debía ésta ser una devota esposa sometida, la gran mayoría de las veces por el padre de ella, a un marido impuesto en una edad adolescente. Trabajadora de su casa (o del campo si pertenecía a alguna familia de payeses). Parir y criar la descendencia que aseguraría la progenie familiar y el trabajo en el futuro.
Todo esto sin contar con su opinión, por supuesto.
Me quedé con unas frases de este punto cuando, en un momento del libro, el inquisidor pregunta al protagonista sobre quienes cree él que hayan podido denunciarle. A lo que éste hace mención, entre otros, a su mujer. El inquisidor entonces (fueron todos TERRIBLEMENTE inteligentes, pero de manera maquiavélica y malvada) le objeta que una esposa nunca ha de tener motivos para denunciar a su marido: "si un marido golpea a su esposa, ésta no le denuncia. Si un marido insulta a su esposa, ésta no le denunca. Si un marido castiga a su esposa, ésta no le denuncia. ¿Qué motivos tendría ella entonces para hacerlo? ¿Acaso usted no yace con ella como buen cristiano debería?".

Estos días, tras la lectura, he dado gracias a los dioses por haber nacido en esta época. Una época en la que puedo elegir, ser escuchada, acceder a una educación, hacer uso de la tecnología, recibir placer sin ser acusada de bruja, rechazar las imposiciones ni ser obligada al sometimiento...
Y, por otro lado, la presión de la Santa Iglesia Católica... que son "para darles de comer aparte".

Qué decir de una organización por la que han muerto millones de personas.
El fanatismo religioso nunca ha sido bueno. En el presente se puede ver claramente con la problemática que el extremismo islámico está causando con unos fieles retrógrados que no se actualizan a los tiempos que corren y que pretenden seguir con unas normas y/o leyes "divinas" de hace más de diez siglos.
También doy gracias a los dioses por haber nacido en un país que permite la libertad religiosa.

Pero, sobretodo, éstos días han sido de duelo.
Como el título de mi post indica, echo de menos la historia de los Estanyol. Añoro una segunda parte (que en los libros, a diferencia de las películas, suelen ser igual de buenas). Devorar página tras página. Oír mi corazón latir precipitadamente. Alimentarme con cada palabra. Conocer las calles de la Barcelona medieval...
Siempre me ha pasado: nunca he podido terminar un libro y comenzar con otro seguidamente a menos que fuese parte de alguna trilogía, tetralogía o pentalogía... Es como si le estuviese siendo infiel. Y no puedo. Han de pasar unos días. Los suficientes como para superar ese período que yo llamo "duelo". Son unos días en los que busco información relativa a la historia que acabo de terminar, investigaciones paralelas para completar o cerrar el círculo de incógnitas que me surgen a lo largo del libro o después, al cerrarlo.

Y ya que estoy a puntito de superar ese período de aflicción porque se terminó el cuento, ahora que estoy en racha, no quiero dejar pasar tanto tiempo sin leer como ésta última vez...

De momento, en un penúltimo adiós a La Catedral del Mar, adjunto una fotografía del interior de la Iglesia de Santa María del Mar, la construcción sacra que acompaña la novela y que posee características únicas en el s. XIV, tanto por la altura como por la luz, que es uno de los símbolos principales de este templo. Pero, lo más insólito es que fue construida en tan sólo cincuenta y tres años con las aportaciones y donativos de los ciudadanos libres de Barcelona. A diferencia de otras iglesias que costeaban nobles, príncipes y reyes para ensalzarse a sí mismos.


miércoles, diciembre 06, 2006

Imprudencia temeraria

- Me resistiré.
- Vale. Entonces te provocaré. Me meteré en tu cama. Besaré tu cuello. Te arrancaré el pijama. Te haré cosquillas por la nuca. Te diré guarradas al oído. Pondré tus manos en mis pechos. Te lameré los labios cuando no te des cuenta. Te suplicaré que te dejes. Te arañaré hasta donde llegue. Mediré tu sexo con mis manos... Y entonces, sucumbirás.

Le dije que íba a ser así como sucedería pero luego me acobardé. Tenía miedo a que mantuviese su palabra acerca de resistirse y no me quisiera, o preferir frustrar sus deseos por la puta promesa que se había dado a sí mismo.
Le quería. En aquel momento, un rechazo suyo me habría hecho desvanecer.

Estábamos tan cerca que hasta yo empecé a sentir calor. Supongo que el deseo le venció y tuvo que sugerirse. De no haber sido por él, no hubiera sucedido nada.

Nadie ha jugueteado con mi melena como lo hizo.
Enrollaba tirabuzones en sus dedos y tiraba, suavemente. Aflojaba, enrollaba y volvía a tirar... hasta que sus besos me encontraron.


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